En 1996, somos un matrimonio recién casado que decide emprender con una pequeña empresa de impresión en serigrafía. Lo que comenzó como un negocio familiar modesto, pronto enfrentaría el desafío de evolucionar en un mercado competitivo.
El reto llegó cuando nos dimos cuenta de que para crecer necesitábamos especializarnos. El mercado de la serigrafía estaba saturado, pero la señalización profesional tenía potencial. Decidimos dar el salto hacia un territorio desconocido pero prometedor.
Fue entonces cuando adoptamos un principio que nos distinguiría para siempre: la honestidad absoluta. En lugar de vender por vender, comenzamos a asesorar a nuestros clientes con transparencia, recomendando solo lo necesario.
Los obstáculos fueron reales: competencia feroz, clientes desconfiados y la presión constante de mantener precios competitivos sin sacrificar calidad. Pero nuestra filosofía de trabajo cercano y personal nos ayudó a superarlos.
Los logros llegaron gradualmente: clínicas, hoteles, constructoras e inmobiliarias comenzaron a confiar en nosotros. Mantuvimos relaciones cercanas que perduran hasta hoy, algunas por más de dos décadas.
Hoy, después de 30 años, seguimos siendo ese matrimonio que cree en la honestidad y la calidad. Nuestra visión es clara: mantener ventas estables mes a mes, siempre con el mismo compromiso que nos trajo hasta aquí.